lunes, 21 de septiembre de 2009

No se como titular este post.

Ok, así que escribi esto anoche.
No está editado, asi que no hace falta decir que encontrarán algunas cosas along the way que harán que ustedes digan "wtf!?" pero hey, soy hija de mi época: la computadora me ayuda todo el tiempo, right?

El cuento se llama 3 Nimiedades y un Hecho. Espero que les guste :)

3 Nimiedades y un Hecho.
Carmen Amat (si! esa soy yo!)


El reloj marcaba las cuatro y siete de la tarde cuando inició. Para aquellos que lo sufrierón hubiese sido como si nunca antes el mundo se hubiera sentido tan lleno de vida, con tanta furia. Fué como si nunca nada se hubiese movido ni la más minima fracción de centimetro.
*****
Ximena miró al cielo, las nubes eran blancas como los lirios. El cielo azul acababa dónde iniciaban los tonos verdes de diversos árboles y arbustos que habían en el parque. Respiró.
El aire que entraba por su nariz impregnó sus pulmones de un olor dulzón. -Flores,-pensó -tienen que ser orquídeas y rosas.
Ximena amaba caminar por ese parque en las tardes que todos tomaban el té, era el único lugar de la casa que le gustaba, la hacía sentirse cómoda y libre, todo estaba impregnado de ese olor dulzón y en primavera se llenaba de millares de razas distintas de flores.

En aquellas ocasiones a Ximena le parecería que el mundo era un lienzo lleno de puntos de colores diversos, que además tenía la cualidad maravillosa de dejarte oler todos esos puntos de colores.

Había un pájaro de pecho azul caminando cerca de la banca de la derecha. Si Ximena no hubiese visto éste pajáro antes... entonces probablemente no se hubiese sentado en la banca de la derecha, y en ese caso no hubiese muerto. Despues de todo. el árbol junto a la banca de la derecha fué el único del parque en caerse.

*****
-Mario!- gritó la chica detras del barandal.
-Llego a la cena, ¡se los juro!, ¡ya déjenme ir!- Respondió Mario con las llaves del Ibiza negro en las manos.
-Ok, okay, ya vete, no importa menso, igual nunca me haces caso- Y actuó un abrazo sobre torzo que claramente decía sólo-estoy-enojada-de-a-mentis.
Y entonces el reloj de la sala marcó las cuatro y siete de la tarde.
Mario vió a su novia sacudirse antes de caer por encima del barandal sin que el pudiese hacer nada para salvarla.
La escalera para subir al lobby, y por consiguiente al barandal cayeron sobre la cabeza de Mario, pero lo último que vió sin duda alguna fué la vida abandonar los ojos de su novia antes de que la suya hiciese exactamente lo mismo.

*****

Helena tomó la bolsa ziplock con cuidado y la examinó.
Todo eran tonos verdes y blancos, unos cuantos vellos rojizos y muchos muchos cogotes.
-Ok, por una vez te dieron buena hierba, por una, lo acepto.-
-Cállate ya amor, enrolla de una véz un gallo. Ya ponte a limpiarla, ¿no?-
-¿No?, óyeme cabrón, hazme el favor, ¿quién te crees?-
-Helena, ya cállate un segundo, pónte a forjar un gallo, sólo tengo una hora y media antes de ir al restorante y ya habíamos quedado en hacer esto- Se acercó a ella, uno, dos, tres pasos.
-Mira wey, haz lo que quieras, yo ya no quiero, asi de sencillo- respondió Helena con un aire más que ofensivo.
-¿Qué no quieres?- un paso más, y después otro-¿fumar-y-o-coger?
-Fumar, obviamente. Lo otro ya lo hemos hecho suficientes veces.-
-Bueno, entonces te propongo que limpies hierba y yo lo armo, yo fumo y tu no y los dos cogemos, ¿que dices?- Había una sonrisa en el rostro de Renzo, siempre había una sonrisa en el rostro de Renzo.
Helena tomó la bolsa. Su mano comenzó a temblar pero el movimiento era suave y con la otra mano se controló apretando fortisimo los dedos contra la palma.

Renzo prendió la ducha.
-Me baño,lo armo, me lo fumo y cogemos luego luego, lo prometo-
Helana corrió a la cama. Levantó la colcha, segundo cajón a la derecha. Lo abrió y saco la pipa pequeña.
-Una, dos, tres- susurro mientras la prendia.

El reloj de su muñeca marcaba las cuatro y siete de la tarde y lo último que Helena oyó antes de que se cayera el techo encima de su cabeza fué un "¡Huele a mota! creo que el vecino está fumando o algo" proveniente de Renzo.

*****

La pequeña Lula tomó su casita de muñecas.
Uno, dos, tres, cuatro, ocho cuartos.
una, dos, tres, cuatro, diez barbies.
-Hay que acomodar de nuevo- dijo Lula para sus adentros.

Miró la casa de muñecas entre sus manos un instante, al siguiente la sacudio con brusquedad mientras todos los objetos caian sobre la alfombra, se desarmaban las paredes y el techo se desprendia.

FIN.